¿Nos enseñan a ser felices?
Cuando pensamos en la felicidad, a veces lo hacemos como algo que nos viene impuesto. Que ha de nacer de nuestra naturaleza y que si una persona no es feliz es porque tiene algún problema. Pero nada más lejos de la realidad. La felicidad es una elección. Es un trabajo constante y lo hace uno mismo, conociéndose y tomando conciencia y responsabilidad de sus decisiones a lo largo de la vida. Decimos que lo que más deseamos a nuestros seres queridos es que sean felices, que sean capaces de superar las adversidades, que encuentren alegría y sentido a la vida. Pero, ¿les mostramos esto cuando son pequeños? ¿Les enseñamos a ser felices? ¿O a cómo gestionar el estrés y ganar en felicidad? Aprendemos matemáticas, literatura, ciencia, historia… Aspectos importantísimos para nuestro desarrollo intelectual y personal.
Pero dejamos de lado el aspecto más importante para el ser humano, intentar ser felices en cada momento, con los problemas y dificultades. Eso es hacer una buena gestión de tu felicidad. Si, por el contrario, pensamos que la felicidad dependerá de otras cosas o personas que no somos nosotros mismos, es cuando empiezan los problemas porque estamos hipotecando nuestra felicidad. Hay que aprender a ser felices hoy para seguir siéndolo mañana.
El estrés y la frustración
Los cambios que ha generado la pandemia, las nuevas tecnologías, los nuevos tipos de negocio, han obligado a los profesionales a reinventarse, a cambiar sus hábitos, rutinas, formas de trabajar, de vivir, de comunicarse, de solventar los problemas… Todo para conseguir con las nuevas herramientas y estrategias ser mucho más ágiles y eficientes para poder adaptarse a las necesidades y exigencias del mercado.
El estrés, el agotamiento, las frustraciones de tener que hacer el doble para conseguir la mitad, se han multiplicado a la vez que la sensación de infelicidad, los trastornos del sueño, la ansiedad… agravados además por la incertidumbre de la pandemia. Ante esta circunstancia, no solo los trabajadores se han visto perjudicados. La falta de felicidad laboral también perjudica a las empresas, cuyo éxito reside no solo en el esfuerzo y el trabajo de sus profesionales, sino también en la motivación y en la satisfacción de los mismos. ¿No es cierto que cuando algo te gusta, lo haces con ganas, con pasión y los resultados son siempre mejores que cuando lo haces amargado porque no te queda otra opción?
Motivar a los trabajadores y procurar que sean felices con lo que hacen a diario es clave para la solvencia y el crecimiento de cualquier organización. Pero, sabiendo esto, ¿Qué podemos hacer internamente en nuestro negocio para que los trabajadores sean felices? Cumplir con lo pactado, buscar su crecimiento profesional y personal dentro de la empresa, escuchar sus necesidades y ayudarles en la medida de lo posible, intentar motivarles implicándoles más en los proyectos, haciendo un seguimiento de su trabajo, agradeciendo su esfuerzo, felicitándole por sus logros y creando un ambiente de trabajo idóneo.
¿De qué dependerá la felicidad de nuestro equipo? Además de lo mencionado anteriormente, por su puesto dependerá también de su actitud, su implicación diaria, sus habilidades comunicativas, su esfuerzo y sacrificio, su compromiso con la empresa, y de su sentimiento de pertenencia al grupo. Verdaderamente es una labor conjunta que han de trabajar ambas partes para lograr un bien común y la felicidad de todos.
¿Qué podemos hacer para mantenernos en equilibrio?
Centrándonos en este último aspecto, ¿Qué podemos hacer para mantenernos en equilibrio y gestionar nuestra felicidad? Parece muy lógico, pero a veces ser consciente de nuestro estrés o frustración es el primer paso para afrontarlo. Conocerse a uno mismo y saber qué herramientas utilizar para sentirse mejor es esencial. No pensemos que en el trabajo tienen algo personal en nuestra contra, los demás también pueden estar pasando por momentos complicados. Enfoquémonos en conseguir nuestro objetivo, confiando en nuestras capacidades y sobre todo reflexionando sobre los problemas que creamos importantes, buscando soluciones.
Intentemos tener un pensamiento positivo, abierto, para identificar cuáles son las emociones que sentimos para poder tratarlas si fuera necesario. Hay que tener en cuenta que nuestras emociones no siempre tienen que ser malas, simplemente debemos de conocernos bien internamente para gestionarlas bien y mantenernos firmes en nuestro propósito de ser felices.
Además, marcarnos unos objetivos diarios, no solo en el trabajo, sino fuera de él, nos ayudará a sentir que en nuestro día a día no solo vivimos para trabajar, sino también para disfrutar de otras muchas cosas, de los fines de semana y momentos de ocio. Aprovechemos para ver a nuestras amistades o familia, siempre y cuando las restricciones lo permitan y conversemos también con gente que no pertenezca a nuestro circulo de convivencia.
Para mantenernos en equilibrio debemos conciliar la vida laboral con la personal sin perder la sonrisa.